viernes, 2 de diciembre de 2016

Formación y educación.

La formación docente compete a todas las personas que trabajan en educación, a docentes, a quienes los forman en esa área diferenciada de la educación denominada «formación docente», que debe ser entendida como una actividad permanente, orientada a la conservación y al mejoramiento del nivel de la enseñanza de los docentes, tema controvertido, dada la diversidad de profesionales que intervienen en los procesos educativos a nivel medio superior y superior, por lo cual en la presente investigación se hablará de la formación de los docentes de nivel medio superior, quienes en su mayoría sin tener un conocimiento pedagógico y didáctico fungen como profesionales de la educación, lo cual debe analizarse por el impacto en el aprendizaje del alumno.
Durkheim define la educación como “Tiene como objeto suscitar y desarrollar en el niño determinado número de estados físicos, intelectuales y morales que reclaman de él, por un lado la sociedad  política en su conjunto y por otro lado el medio especial al que está particularmente  destinado”. En esta ponencia se definirán algunos conceptos para adentrarse al tema de investigación como son formación docente, didáctica y modelos de formación docente, también se plantean cuatro conceptos ordenadores: docentes, formación docente, educación permanente y programa de formación, aunque sólo se desarrollará el concepto de formación docente, siendo el aspecto que se investiga.
El término docentes, hace referencia a los profesores, que se consideran como: los trabajadores académicos que realizan funciones de docencia, promueven y desarrollan el proceso educativo en relación a una currícula determinada, teniendo a su cargo una o varias materias, quienes realizan trabajos de investigación cuyos resultados se manifiestan a través de la producción o sistematización de nuevos conocimientos, invenciones, mejoras y la formación de recursos humanos especializados.
  Para Bernard Honoré (1980), "la formación concierne al porvenir del hombre", porque, ya sea como producto, proceso o elemento articulador de otros conceptos y prácticas, tiene relación con la globalidad de experiencias obtenidas del sujeto.
   La formación docente es una actividad en permanente perfeccionamiento y búsqueda de estrategias para avanzar en la conceptualización y en la definición de los lineamientos concretos para el desarrollo, comprensión y transformación del proceso docente, afirma que “la formación hace referencia a un proceso más amplio que debe insertarse en lo reflexivo, en el conocimiento de campos del saber que dan cuenta de lo educativo: la filosofía, psicología, pedagogía, etcétera” (Díaz Barriga, 1988:176).
     Es así que la formación docente implica la posibilidad de recuperar las historias silenciadas de los sujetos y las historias institucionales que se alejan, igualmente, del relato oficial, la investigación en formación docente se presenta como doblemente relevante, ya que permitiría no sólo dar cuenta de lo que sucede en este campo sino transformarlo y contribuir a una revisión de la teoría educativa y de la práctica pedagógica y de una manera de hacer y de vivir la educación, la formación docente es una función articulada con procesos de investigación-acción, implica procesos institucionales de cambio, de aprendizaje entre pares y de aprendizaje individual; sin embargo, existe una tendencia a atribuir la responsabilidad de la formación a los profesores, como si fuera una tarea individual asociada con esfuerzo y mérito; en consecuencia, para muchos hablar de la formación docente es hablar de la falta de formación docente, de sus faltas y sus carencias.
     Todo ello ha contribuido a que avancemos en la adquisición de un mejor conocimiento del rol del profesor, se nos aparece hoy no como un actor cuya misión se agota en la transmisión de conocimientos, sino que se perfila como el conductor de un complejo proceso de enseñanza/aprendizaje; “la complejidad y la situación sumamente crítica a la que ha llegado en el mundo el “problema docente”, del cual la formación profesional es apenas un aspecto” (Torres,1998:1); desde esta perspectiva, los planes de estudio de la formación inicial y de la formación continua tradicionales están en crisis, no basta ya con reforzar los conocimientos del profesor; hay que suministrarle también un conjunto de capacidades, competencias, destrezas, habilidades y actitudes que le permitan asumir el papel de guía de ese proceso interactivo que constituyen hoy la enseñanza y el aprendizaje.
     Es así que la formación y actualización constante del docente, es una herramienta que busca la formación del docente a la par del desarrollo del alumno; este tipo de ejercicio de actualización docente se fomenta mediante dos vías, la primera, se da en base a programas de Especialización Docente diseñados de forma directiva y participativa integrando todos los perfiles profesionales y normalistas al uso y aplicación de todas las mecánicas estructurales de un programa de intervención pedagógica aplicada a la función docente; la otra vía, es el fomento del nivel de investigación y la generación de ideas que satisfagan las necesidades cognitivas y formativas, así como las actitudinales, todas ellas que logren el perfil ideal del docente que trabaje con calidad y en pro de lograr la calidad en el desarrollo de los sujetos con los que se involucra de manera cotidiana, sin perder de vista que el docente interviene, influye y modifica el proceso de pensamiento, la conducta y en muchos casos la vocación del propio alumno convirtiéndose (de forma ideal) en un modelo a seguir.     

Desarrollo

     La educación media superior (EMS) en México comprende el conjunto de modalidades institucionales que ofrecen enseñanza formal al término de la secundaria, los procesos de reforma, diversificación y especialización en ese contexto, apuntan a una de las deficiencias que han impedido su desarrollo, es justamente la falta de propuestas adecuadas de formación de docentes.
     Aspectos de esa problemática, son la falta de requisitos académicos claros para la contratación, promoción y permanencia del profesorado, situación en la que prevalecen categorías burocráticas y sindicales, y la atención remedial a la formación, caracterizada porque cada modalidad de educación de este nivel ofrece a sus profesores cursos de actualización que, en general, resultan breves y desarticulados.
     Respecto de la formación y actualización de los docentes, se han realizado varias acciones, que van desde: ofrecer cursos de inducción al Bachillerato General y a los Programas de Asignatura, diplomados (PROFORDEMS), cursos y talleres.  Hace falta el establecimiento de una política específica, y la elaboración de un programa que articule las acciones, para que le den sentido y pertinencia a los programas de formación y actualización.
     Por lo anterior, se considera importante contar con proyectos colectivos que nos den un diagnóstico preciso que detecte las necesidades de formación y actualización del docente, pues es un elemento indispensable para llevar a cabo cualquier acción en torno a las políticas de formación docente.
 Antecedentes y desarrollo de la formación docente
     La Educación Media Superior (EMS), su primer antecedente formal lo constituye la Escuela Nacional Preparatoria creada en 1867, como un vínculo entre la educación básica y la superior. Actualmente, existen tres tipos de programa de EMS: el bachillerato general, cuyo propósito principal es preparar a los alumnos para ingresar a instituciones de educación superior, el profesional técnico, que proporciona una formación para el trabajo, y el bivalente o bachillerato tecnológico, que es una combinación de ambas.
     En la década de los sesenta del siglo XX, se entra en un proceso de modernización educativa, en la que los docentes se presentan como un eje determinante en la educación escolarizada, se contribuiría al desarrollo nacional que se planteaba en los planes de gobierno, y era también una forma de resarcir la inconformidad social mostrada al final de la década los 60, drásticamente manifestada en el movimiento del 68.
     Díaz-Barriga F. (2002) considera que en la formación docente para bachillerato es trascendental una capacitación en métodos y técnicas docentes, que debe conducir a una reflexión crítica sobre la propia práctica, la formación de profesores necesita de un cambio didáctico justificado en un análisis crítico y un despliegue de habilidades específicas de dominio docente. 
     Un proceso formativo innovador contribuye a forjar, en los participantes, un conjunto de capacidades, destrezas y actitudes, con fundamentos axiológicos para alternar, recrear y reconvertir continua y lúcidamente sus habilidades y competencias, según los requerimientos de los contextos culturales, sociales y escolares en que les toque ejercer.
Formación docente
     La formación docente ha sido abordada por la pedagogía y la psicología a lo largo de la historia de la educación en México y el mundo. Por ello los diseños y las implementaciones curriculares en la formación de maestros, en el sector público y en el privado, interactúan los saberes y las prácticas psicopedagógicas.  Para Ferry (1990) el formarse es reflexionar para sí, para un trabajo sobre sí mismo, sobre situaciones, sobre sucesos, sobre ideas que le permitan perfeccionarse. 
     “Al hablar de su formación incluimos tanto a educadores de aula como a directores y supervisores, entendiendo la importancia de articular estos tres estamentos y de hacerlo en el marco de nociones de equipo escolar, desarrollo profesional y gestión escolar que integren, para todos ellos, tanto la dimensión administrativa como la curricular y pedagógica” (Torres, 1998:1).
     Una definición interesante es la de Cheaybar y Kuri (1999) quien define a la formación como el proceso permanente, dinámico, integrado, multidimensional, en el que convergen, la disciplina y sus aspectos teóricos, metodológicos, epistemológicos, didácticos, psicológicos, sociales, filosóficos e históricos para lograr la profesionalización de la docencia.
Evolución de la formación docente en México
     Las investigaciones realizadas en México en la década de los 70 y 80 mostradas por algunos autores como Bourdieu, Cheaybar y Ángel Díaz Barriga dan una base para dar secuencia a esta investigación, primordialmente es mostrar la diferencia de capacitación y formación docente, para Díaz-Barriga A. (1988) formación pedagógica hace referencia a una formación integral en la educación como disciplina, dice que el desarrollo de los diferentes programas de formación de profesores a principios de los setenta responde a causas nacionales e internacionales.
     Estos programas de formación docente se conformaron por tres momentos;
 · Cursos aislados, inician en los setenta se encargaron de instrumentar el quehacer docente, ahí se incorporaron tecnología educativas, técnicas y actividades a desarrollar, esto dio lugar a cuestiones educativas como el curriculum, la planeación, los objetivos a cumplir y la evaluación,
· Cursos integrales que pretendían capacitación con especialización docente, técnicas y comprensión de la docencia, con alternativas pedagógicas que recurrían al marxismo, epistemología genética y psicoanálisis,
· Cursos de posgrado para la formación docente con una idea integral de la educación. Donde los estudios del CONACYT indican que en 1984 existían 44 maestrías en educación. (Díaz-Barriga A. 1988).  
     Actualmente desde el 2009 con motivo de la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS), la Subsecretaría de Educación Media Superior (SEMS) y la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) establecieron un convenio de colaboración encaminado a satisfacer la demanda de formación para los docentes en servicio de los diferentes subsistemas de bachillerato.
     El enfoque educativo que asume el Programa de Especialización: Competencias Docentes para la Educación Media Superior es la formación por competencias y el objetivo fundamental es el desarrollo de competencias profesionales para el desempeño docente en el nivel de la Educación Media Superior. La estrategia para alcanzar este objetivo requiere de las experiencias y necesidades específicas de los docentes en el nivel medio superior, las actuales tendencias socio-educativas y los recursos desarrollados por la pedagogía (SEP, 2008).
La competencia pedagógica-didáctica
     Los profesores tienen que ser facilitadores de procesos de aprendizaje cada vez más autónomos, pero a veces esta afirmación es interpretada como un llamado a prescindir de la intervención, a un dejar hacer sin conducción, el aprendizaje, se resiente; por eso los profesores deben conocer, saber seleccionar, utilizar, evaluar, perfeccionar y recrear o crear estrategias de intervención didáctica efectivas; incluyen las nuevas tecnologías y pueden comprender la convocatoria y el compromiso como dinamizadores efectivos de secuencias de actividades en las que se utilicen recursos múltiples.
     Eso implica que un desafío fundamental en la reinvención de la profesión de profesor es ampliar el horizonte cultural. “Predomina las formación disciplinaria a la pedagógica, son pocos los profesores que asistan a ésta y de ellos la mayoría participan en varios eventos” (Anzaldo, 1996:3). Es necesario que los profesores aprendan a comprender y a sentir con el otro. El otro puede ser el alumno, un padre, una madre, un estudiante secundario, una supervisora, o los funcionarios de los ministerios; pero también las comunidades en tanto tales, los empresarios, las organizaciones sociales, las iglesias y los partidos políticos.
     En consecuencia, se pretende que los profesores tengan siempre las competencias propuestas, la de especificación, diferente a la de especialización, que es, a nuestro modo de ver, la capacidad de aplicar un conjunto de conocimientos fundamentales a la comprensión de un tipo de sujetos, de una institución educativa, y de un conjunto de fenómenos y procesos; el complemento de los saberes que intervienen en la formación de las competencias pedagógico-didáctica, institucional, productiva e interactiva; un mayor dominio de contenidos referidos a una disciplina o campo del saber; un conjunto de metodologías o de peculiaridades institucionales que lo ponen en mejores condiciones de formar en los alumnos competencias básicas para las que se requiere su utilización.
     Torres (1998) retoma algunos autores como: Hargreaves, Gimeno Sacristán, Schön y la  misma UNESCO que hacen mención de una serie de competencias que debe cubrir un docente eficaz como ellos le llaman y de ellas rescato las que nos acercan a esta ponencia:
· Domina los saberes —contenidos y pedagogías— propios de su enseñanza; provoca y facilita aprendizajes, al asumir su misión en términos de lograr que los alumnos aprendan;  interpreta y aplica un currículum;   
· Ejerce su criterio profesional para discernir y seleccionar los contenidos y pedagogías más adecuadas a cada contexto y a cada grupo;  
· Reflexiona críticamente sobre su papel y su práctica pedagógica, la sistematiza y comparte en espacios de inter-aprendizaje; asume un compromiso ético de coherencia entre lo que predica y lo que hace, buscando ser ejemplo para los alumnos;  
      Las competencias que un docente debe lograr está fijado en cuatro pilares saber-pedagogía-didáctica –reflexión, articuladas para lograr el objetivo de un saber establecido en un curriculum, la elección de una pedagogía que se adapte al contexto y al modelo educativo institucional y la reflexión llevará al docente al crecimiento y actualización de su práctica.

     Se reconoce que la competencia es el conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes (recursos cognitivos), que se movilizan durante una situación específica, implica una evaluación integral que dice Villardón (2006) requiere de igual manera una enseñanza integral.

Concepto de Teoría Pedagógica

La Teoría Pedagógica no ha estado exenta a la influencia de la diversidad conceptual, de la cual ha sido objeto, el término “teoría”. Pero, además, su dilucidación conceptual, se encuentra también marcada por la polisemia de la misma palabra “Pedagogía”. Pues, ante la interrogante ¿qué es la Pedagogía? emergen respuestas que limitan, a su vez, la posibilidad de responder la interrogante ¿qué es una teoría pedagógica? Es necesario por tanto, efectuar una revisión sobre lo que se entiende por “Pedagogía”.
Al intentar dar respuesta a la interrogante ¿qué es la Pedagogía? Surgen diversas respuestas. Para algunos autores la Pedagogía no tiene carácter científico, para otros es una de las llamadas ciencias de la educación y hay quienes la conciben y fundamentan como una ciencia. Explicitemos cada una de estas posturas.
 La Pedagogía como una actividad carente de status científico
Existe una postura que le niega el carácter científico a la Pedagogía y la concibe o bien como una actividad o como un arte. La concepción de la Pedagogía como actividad, se inscribe esencialmente en el significado etimológico del término y en la concepción positivista de la ciencia. De acuerdo a la primera, a las raíces, la palabra proviene de los términos griegos: “paidos” que significa niño y “ago” que significa conducir. Entonces se hablaba del paidogogo quien era el esclavo que conducía a los niños. Por lo que se dice que desde sus orígenes surge más como actividad que como saber.
Según, la segunda tendencia, es decir, la concepción científica positivista que aboga por el conocimiento objetivo, absoluto, verificable y universal, la Pedagogía al igual que las demás ciencias carecería de estas condiciones, por la complejidad del objeto de estudio que aborda, el cual, por su misma naturaleza humana, no puede ser abordado desde los paradigmas provenientes de las ciencias físicas y naturales. Aunado a ello, se suma el hecho de disgregación del objeto pedagógico en los demás campos del saber, que se explica en el apartado siguiente, el cual le circunscribe un carácter instrumental al conocimiento pedagógico, cuya aplicación lo limita al cerco del aula.
Ahora bien, en la ausencia de status científico, se incluye también la tendencia que asume la Pedagogía como arte. Esta forma de concebirla, tiene aceptación en el sentido que lo plantea Stenhouse (1995), ente otros autores, que señala que a medida que el maestro lleva a la práctica el currículo, se perfecciona profesionalmente y, cada vez, es mejor docente; como el artista, que en la medida que elabora obras, afina más sus técnicas y despliega toda su creatividad. Esta postura también tiene sus críticos. Gallego – Badillo (1997) expresa: “La Pedagogía no es un arte, ni en el sentido de lo artesanal (empírico) ni en el de los artístico. Profesionalmente, un pedagogo, no es un Mozart, un Alejo Durán, un Botero… El produce Pedagogía no obras de arte” (p.27). También Freire (1997) alude al respecto cuando plantea que el profesor no moldea a sus estudiantes, pues no trabaja con materiales inertes a los que se les da forma de acuerdo a la inspiración del artista o artesano, sino que el pedagogo trabaja con la formación de hombres y mujeres que tienen pensamientos, sentimientos, experiencias; cada alumno es un mundo, y si bien, puede ser influenciado por el docente, no puede ser formado a imagen y semejanza de lo que se le ocurra al educador en su mente.
Entonces el pedagogo dista mucho del artista. Pero es que además, si acogemos la postura de Stenhouse (1995), en lo que se aprecia con la realidad, por ejemplo, la venezolana, entra en contradicción, pues, los docentes con mayor tiempo de servicio, por lo general, salvo excepciones, tienden a convertir sus práctica en un hacer rutinario, poco creativo, con escasos cambios al modelo tradicional y, con un limitado, por no decir nulo, nivel de reflexión. Se pierde en la extrema seguridad de lo que hacen.
La Pedagogía como una de las llamadas ciencias de la Educación.
Al asumir la Pedagogía como una de las llamadas ciencias de la educación, resulta que, la educación también la abordan otros campos disciplinares como la Filosofía, la Sociología, la Antropología, la Historia, la Administración, entre otras, denominadas ciencias humanas. De ahí que existan la Filosofía de la Educación, Historia de la Educación, Psicología de la Educación, Sociología de la Educación, Administración Educativa, entre otras. Cada una desde su campo macro aborda una parte del fenómeno educativo ¿Qué estudiaría la Pedagogía? Según Best (1988) queda circunscrita su acción al cerco disciplinar del aula, aplicando saberes de otras ciencias. Es cuando la Pedagogía pierde su status científico y adquiere un carácter instrumental y aplicacionista de los saberes producidos de otras ciencias. Reporta la literatura, que este fenómeno es consecuencia del auge cientifista que surge a inicios del siglo XX, cuando se tuvo la intención de convertir la educación en objeto científico. Aparecieron las llamadas Ciencias de la Educación. Ello trajo como consecuencia una conceptualización desarticulada que disgregó el campo pedagógico. En otros términos, el objeto de la Pedagogía quedó atomizado. Tal situación impidió sistematizar el discurso pedagógico. De esta manera, cada ciencia de la educación abordó, para su estudio, un aspecto de la práctica pedagógica y se despojó al docente de su condición de intelectual, pasando a ser un técnico e instrumentador de saberes provenientes de otros campos.
La Pedagogía pasa a ser entonces un saber subordinado a las ciencias humanas y concretizado a través de la clase, el currículo y el examen. Se alejó a los profesores de un marco de pensamiento que les permitiese apreciar los procesos esenciales de su hacer, como son: formación, enseñanza, aprendizaje, currículo, entre otros, y a su vez, emprender mecanismos para desarrollar una práctica pedagógica transformadora. Los currículos de formación docente quedaron compuestos por una serie de saberes desarticulados, que poco o nada tenían que ver con la problemática del aula y la escuela.
Desde esta perspectiva, la teoría pedagógica se constituye en un conjunto de ideas provenientes de diversas ciencias pero con pocas implicaciones prácticas. El abismo teoría y práctica se amplió, dentro del campo de la Pedagogía. Esto trajo, entre otras consecuencias, que el docente tendiera a ver la teoría pedagógica como un saber perteneciente a los libros y a los científicos, quienes conformaban una élite que se encargaba de producir conocimientos desde sus ámbitos de estudio, alejados de la realidad práctica, es decir, del aula y de la escuela. Los resultados de esta actividad discursiva constituían un conjunto de supuestos, poco entendibles por el cuerpo profesoral y sin aplicación práctica. El docente quedó relegado a ser, como lo señala Freire (1994) un aplicador de los paquetes que producen los sabelotodos y las sabelotodos en sus oficinas, en una demostración de su autoritarismo, el cual, se traduce en la poca confianza que tiene sobre la capacidad de los profesores, en cuanto a su posibilidad de saber y crear.
Ante esta situación han surgido autores, que desde la década de los 80 están haciendo revisiones para intentar delimitar el campo científico de la Pedagogía, tal es el caso de Best (1988), Zuluaga (1988), Martínez (1990), Flórez (1994), García C.,J. y García del DD., A. (1996), entre otros que han dado como resultado trabajos serios, los cuales de alguna manera, son referidos en el apartado siguiente al intentar explicar la Pedagogía como ciencia.
 La Pedagogía como ciencia
Cuando se sume la Pedagogía como ciencia pueden encontrarse varias definiciones:
a. La Pedagogía como ciencia que tiene por objeto la educción o la Pedagogía como ciencia de la educación.
b. La Pedagogía como ciencia que tiene por objeto de estudio la enseñanza.
c. La Pedagogía como ciencia que tiene por objeto de estudio la formación del hombre.
Como se puede apreciar, al asumir la Pedagogía como ciencia, surgen de inmediato las siguientes interrogantes ¿cuál sería su objeto? ¿Qué estudia?, pues aún los pedagogos no se han puesto de acuerdo y cualquiera de esos conceptos que se enumeran en el párrafo anterior, es posible encontrarlos en textos antiguos o actuales. Ello puede conducir a que se piense que esta ciencia no tiene un objeto delimitado. A fin de clarificar este fenómeno, denominado por algunos autores enrarecimiento pedagógico, se ha considerado conveniente analizar cada una de estas posibilidades.
a. Si se acepta como objeto de estudio a la educación o lo que algunos autores denominan como la ciencia de la educación, tenemos un objeto muy amplio y complejo para ser abordado por un saber específico. En primer lugar, porque la educación es un proceso histórico social en el que intervienen múltiples factores: económicos, políticos, culturales, físicos, genéticos, psíquicos y la lista pudiera alargarse hasta el infinito. En este sentido García C.,J. y García del DD., A. (1996) escriben: “Donde dos personas se ponen en relación y se transmiten información o mutuamente interactúan produciendo transformacio-nes y adaptaciones del comportamiento, allí se ha puesto en movimiento los mecanismos que intervienen en el proceso educativo” (p. 97).
De por sí, la educación es un proceso que puede incluir o no la sistematicidad y por tanto, puede ser o no escolarizada. Entran aquí en juego la formación de la educción. Puede considerarse una educación sistemática, al proceso que tiene una intencionalidad definida; pero ésta a su vez, puede ser formal y no formal. Lo formal tiende a asociarse a la regulación que tiene el Estado sobre la misma a través del sistema escolar organizado. La no formalidad, tiene intenciones, pero necesariamente es regulada por el Estado a través de los Ministerios de Educativos. Para el caso venezolano, la pueden conformar los programas radiales o televisivos que a bien tienen los medios transmitir, los cursos de capacitación que pueden ofrecer empresas o grupos económicos, sin estar adscritos al Ministerio de Educación y Deporte o al Ministerio de Educación Superior, que son las instancias reguladoras del Sistema Educativo Venezolano.
Pero también puede existir una educación informal llamada también, educación refleja o espontánea, que se genera en el contacto intersubjetivo del día a día. Ahora bien, surge de inmediato la interrogante ¿Qué tipo de educación abordaría la Pedagogía? Si se circunscribe a la formal, sería más correcto llamarla ciencia de la educación sistemática, lo cual, parece inadecuado, pues la educación es un proceso integral y esta clasificación o categorización se hace sólo con fines didácticos para intentar dilucidad su complejidad. Asumirla de tal forma, es propiciar una visión parcelada del fenómeno. García C.,J. y García del DD., A. (1996) exponen al respecto, que el fenómeno educacional está situado en las raíces del ser humano y por ende esta impregnado de todo tipo de hacer colectivo, lo cual hace que se encuentre omnipresente en todo tipo de manifestaciones culturales y que, a la vez, se resista a la objetivación mediante el conocimiento científico, pues se presenta como una totalidad inobservable.
Precisan, incluso los autores referidos, que convertir una parte del fenómeno educativo en objeto de la científico es “esqueletizarlo” y, en tanto que experiencia vivida por todos, sentirlo como deshecho, destruido y decompuesto” (p.99). Pero, igualmente, concebir la Pedagogía como la ciencia de la educación, aun cuando esa es la herencia de Herbart, en este momento histórico, es nadar en un inmenso mar de información, sin tener un faro que oriente un rumbo; es decir, sin posibilidades de superar el abismo, que muchos críticos como el mismo Freire (1997), Carr (1996), Giroux (1990), han denunciado entre la teoría y la práctica. Pero además, se pudiera argumentar lo señalado por Gallego – Badillo (1997) quien señala que la Pedagogía no puede ser la ciencia de la educación, porque educar es una actividad y como tal puede ser realizable sin Pedagogía.
b. Si se asume la enseñanza como objeto de estudio pedagógico por excelencia, se cae en el campo exclusivo de la Didáctica, definida como el campo, saber o ciencia cuyo objeto de estudio es la enseñanza. Entonces ¿Pedagogía y Didáctica tendrían el mismo objeto de estudio? ¿serían sinónimos? ¿cuáles serían las diferencias entre estos dos campos?
c. La Pedagogía como ciencia que tiene por objeto de estudio la formación del hombre, es otra posibilidad que está planteada en el contexto bibliográfico y respaldada por autores como Vasco (1990), Álvarez (1999), entre otros. La formación, tal como lo plantea Flórez (1994) es considerada como eje unificador del discurso pedagógico y puede asumirse como un proceso interno mediante el cual los individuos desarrollan la responsabilidad en todas sus dimensiones, en una relación intersubjetiva con sus semejantes, adquiriendo niveles superiores de pensamiento, mediante los cuales, pueden apropiarse de las herramientas que en el futuro les permitirán asumir su vida en forma consciente y libre, a la vez, que valoran este mismo derecho de desarrollo en sus semejantes.
Según Flórez (1194), el concepto de formación como eje articulador del discurso pedagógico, coincide con las mismas dimensiones en desarrollo que reconocen los científicos en el eje de la evolución de la naturaleza y la vida humana, como son: la universalidad, la autonomía, la inteligencia y la fraternidad. La primera permite a los seres humanos compartir con culturas presentes y pasadas, la segunda, se refiere al desarrollo del sentido de interdependencia de los hombres y mujeres a los agentes externos, alcanzando un alto grado de autodeterminación, la tercera, es el desarrollo de la capacidad para procesar información y autotransformarse y, la cuarta, referida a la capacidad de reconocer en los demás la misma capacidad de desarrollo la racionalidad, aun cuando sean diferentes. También, García C.,J. y García del DD., A. (1996) precisan este planteamiento sobre la pedagogía cuando escriben “el conocimiento implicado en la acción de formación y el conocimiento sobre el proceso de formación constituye el campo de conocimiento de la Pedagogía” (p. 127).
Igualmente, Álvarez (1999), en un esfuerzo de clarificación y precisión epistémica, propone a la educación, instrucción y desarrollo como dimensiones propias del concepto de formación, que relacionadas dialécticamente en una tríada, forman parte de un mismo proceso. Ello quiere decir, que una no se puede concretar sin relacionarse con las demás.
En este sentido, la educación, se concibe, como el proceso y resultado que desarrolla la capacidad de asimilación del conocimiento académico necesario en el desenvolvimiento cabal dentro de un contexto. La instrucción, es definida como proceso y resultado que se da en la formación para el trabajo. Y, el desarrollo, asumido como dimensión formativa, alude el proceso y resultado que les permite a los individuos desarrollar al máximo sus facultades físicas y espirituales.
Desde esta postura sobre la Pedagogía como ciencia que se encarga de la formación del hombre, puede retomarse lo propuesto por Vivas (1997) quien al interrogarse sobre qué es lo pedagógico, precisa que es todo lo referido a la formación del hombre y, en consecuencia, lo relativo a la enseñanza, el aprendizaje, el currículo y la organización escolar. Como se puede apreciar, este enfoque sobre la Ciencia Pedagógica parece ser más pertinente.
No obstante, tendría que verse la Pedagogía bajo la concepción de la ciencia desde el enfoque crítico, pues, si bien la formación puede ser una categoría que sirve como eje vertebrador del discurso pedagógico y/o la teoría pedagógica, no deja de ser un proceso complejo que toca la dimensión individual y social de los seres humanos, condicionada por las características de los contextos y momentos históricos, al igual que la educación. Entonces, un concepto positivista de ciencia, fundamentado en una verdad única, absoluta, universal, verificable, entre otras cosas, no tiene cabida.
Hasta aquí, se intenta presentar una visión sobre el objeto científico de la Pedagogía en cuanto a qué estudia, pues tal como lo plantean García C.,J. y García del DD., A. (1996) “la manera como se aborda el objeto de la indagación pedagógica determina la posibilidad de la aplicación del método científico o la de cualquier otra forma de pensamiento;…” No obstante, se reconoce que este trabajo no está acabado y que apenas vislumbra la problemática del campo conceptual de la Pedagogía; presenta limitaciones en cuanto a que no constituye una revisión epistemológica profunda, que implique mayor explicación en cuanto a una concepción de ciencia crítica, pero si se marca posición en definir la Pedagogía como la ciencia que tiene como objeto de estudio el proceso de la formación del hombre y por ende, aborda aspectos relacionados con la enseñanza, el aprendizaje, el currículo y la organización.
¿Qué es una teoría Pedagógica?
Considerando el concepto de teoría y de Pedagogía pudiera decirse que se define como teoría pedagógica al conjunto de conceptos, definiciones, proposiciones, enunciados, principios que interrelacionados permiten explicar y comprender lo pedagógico, es decir, todo lo relacionado a la formación, la enseñanza, el aprendizaje, el currículo y la organización escolar.
Más, si se asume la concepción de Lakatos (1978), por ejemplo, se puede definir la teoría pedagógica como estructuras de pensamiento constituidos por valores, creencias y supuestos que le permiten al profesor interpretar situaciones, conceptuar su experiencia, sistematizarla, investigarla, transformarla y construir la praxis pedagógica, contribuyendo a enriquecer la teoría y el discurso pedagógico. Se asume como praxis pedagógica, en el sentido que la expone Vasco (1980) como la reflexión sobre la práctica. Siendo así, la teoría pedagógica estaría en constante, construcción, reconstrucción, y reconstrucción a la luz de los aportes de otras ciencias, de las nuevas teorías pedagógicas y de sus implicaciones prácticas.
En otros términos, la teoría pedagógica es el marco de pensamiento compuesto por valores, creencias y supuestos básicos, que le permiten al docente comprender, dirigir, repensar y transformar las acciones que contribuyen a que los seres humanos eleven sus niveles intelectivos y adquieran las herramientas que en un futuro les permitirán asumir su vida en forma consciente y libre.
Ahora bien, luego de esta precisión conceptual, se puede proceder a precisar de manera más puntual la importancia de la teoría pedagógica.
Importancia de la teoría pedagógica.
En este sentido, se responde a las interrogantes del por qué de la teoría pedagógica. Pudiera iniciarse esta disertación señalando al igual que Vivas (1997), que una teoría pedagógica definida permite a los profesores penetrar en la complejidad de lo pedagógico y entender el proceso en el que se efectúa en el aula, sino que les permite apreciar las relaciones del proceso de formación humana con el contexto y, por ende, estar consciente de las influencias de lo político, lo histórico, lo filosófico, lo sociológico, etc., aspectos que se conjugan, brindando al profesorado diafanidad, congruencia y sentido a sus acciones. De esta manera, un profesor, ante la interrogante de ¿por qué hace lo que hace? No responde de forma empírica, fundamentando su hacer en lo que él cree y piensa hasta ese momento, sin niveles de reflexión profunda y sin considerar lo que aporta la ciencia pedagógica actual o del pasado. Todo lo contrario, lo ideal es que responda como todo un intelectual, fundamentando su hacer en un marco de pensamiento producto de una constante reflexión y revisión sistemática, a la luz de los aportes científicos actualizados en el campo pedagógico.
Así, una teoría pedagógica coadyuva al crecimiento profesional y personal, pues proporciona los elementos que permitirán desarrollar una práctica más científica, en el sentido de someterla a un proceso indagativo constante. De esa manera, los profesores confirman, fortalecen o transforman sus postulados, a la vez, que reorientan y transformar su acción, tanto en el marco de los paradigmas vigentes como en los resultados de su quehacer docente, dando carácter científico a su actividad cotidiana como es: la enseñanza. Ello, además, despojándolo de su condición proletaria, que los sumerge en un activismo, en un mero hacer en función de un salario, sin tener conciencia de la trascendencia histórica de su papel en el desarrollo de los pueblos.
Como se puede apreciar, la apropiación de teorías pedagógicas permite a los profesores hacer consciente lo cotidiano, pues, detrás de cada acción hay un trasfondo, el pensamiento, el cual, nos orienta una determinada manera de hacer las cosas, que para el caso de la Pedagogía, lamentablemente, ha estado signada por la tradición. Una tradición que se ha quedado muy apegada, de manera acrítica, al hacer, producto del desencuentro entre las teorías pedagógicas científicas, la realidad de las aulas y de las organizaciones escolares. Por tanto, se pudiera decir que, el consolidad una teoría pedagógica puede devenir en acciones de enseñanza más efectivas.
En otros términos, una teoría pedagógica evita a los profesores caer en dogmatismos y loes permite darse cuenta que los problemas relacionados con la formación, la enseñanza, el aprendizaje, así como la gestión y el desarrollo del currículo y las instituciones educativas. Ello no es cuestión de recetas, sino de la comprensión que se tenga del hombre, de los procesos y los aspectos inmersos en su formación e incluso, de una concepción del mundo. Es decir, que lo pedagógico no acepta descripciones mecanizadas e irreflexivas. Por eso, cuando se aborda lo referente a la teoría pedagógica, no se alude a teoría acabada, sino más bien a una teoría en constante reconstrucción a la luz de los aportes de otras ciencias, de las nuevas tendencias pedagógicas y de sus implicaciones prácticas.
Así, la teoría pedagógica permite orientar y dar orientar y dar sentido a la práctica, responder a interrogantes como: ¿para qué se forma?. ¿qué hombre se aspira formar?, ¿qué es la formación?, ¿cómo formar? Y, evaluar de forma crítica los enunciados teóricos expresados en conceptos creencias y valores que dirigen las acciones vinculadas con los procesos curriculares, de gestión, de enseñanza y de aprendizaje, transformándolos a través de la investigación en la práctica.
Como se puede apreciar, todo lo expresado en este apartado sobre la importancia de las teorías es cónsono con las funciones de la teoría que plantea Hernández (1996), pues, perfectamente se cumplen para la teoría pedagógica, como se aprecia a continuación.
Una teoría pedagógica cumple funciones:
• Explicativas, al permitir a los profesores dar respuesta a las interrogantes vinculadas al proceso de formación tales como: ¿qué individuo se pretende formar?, ¿por qué formarlo?, ¿para que formarlo? ¿Cómo formarlo? Y ¿cuándo formarlo?.
• De sistematización, refiriendo a la capacidad que deben desarrollar los docentes en cuento a la organización del conocimiento pedagógico, convirtiéndose en un escritor de su experiencia, construyendo un referente que guía la práctica pedagógica, permita la interpretación de los resultados y oriente la investigación en la acción.
• De predicción, porque los profesores apoyados en una teoría pueden inferir la manifestación de sucesos, fenómenos u hechos vinculados al proceso de formación, en el aula, en la organización escolar o en el contexto de la comunidad.
• De interpretación, al permitir hacer lectura de acontecimientos que se presentan en el aula, escuela o comunidad. De esta comprensión e interpretación depende la toma de decisiones acertadas.
• De transformación, pues implica los cambios que se deben generar en la práctica pedagógica, a partir de la interpretación o lectura que se haya hecho de las situaciones o acontecimientos considerados como pedagógicos.
Como es de apreciar, en todo este planteamiento sobre la teoría pedagógica, se corrobora lo señalado por Moreno (1990) en cuanto a la urgencia de que los profesores se conviertan en líderes intelectuales en las vertientes de:
• Pedagogo: al someterse por iniciativa propia a un proceso de actualización constante que le permita apropiarse del saber pedagógico y, por ende desenvolverse en el contexto educativo con mayor efectividad.
• Investigador: ya que la consolidación de la teoría pedagógica autoriza a los profesores a plantear el proceso de enseñar desde propuestas hipotéticas, sobre las que construye praxis pedagógica. Esta es la forma como los docentes pueden concretar la díada teoría – práctica, la cual, posibilita asumir la enseñanza como un proceso pensado encaminado a emancipar su propio pensamiento y el de sus alumnos. Así, queda desfasada la idea de asignar la teorización a una élite intelectual distante de las instituciones escolares. Es el profesorado el llamado a producir teoría pedagógica y enriquecer este campo del saber.
• Escritor: además de crear utopías pedagógicas e ideales que permiten soñar y luchar por un mundo más justo, es apremiante asumir la construcción una memoria en papel de ese sueño, de ese mundo. Es urgente que los docentes asuman la divulgación de su pensamiento, es imprescindible el intercambio de experiencias con la sociedad, con los otros campos del saber. Es además, una forma de crecer a nivel profesional, leyendo a los demás y exponiéndose a ser leído, pues solo así hay se someten las ideas a la crítica, de la cual se pueden aprender mucho. Construir conocimientos sobre la práctica y darlos a conocer, compartirlos con los demás es la concreción del liderazgo intelectual.

Para finalizar, es pertinente mencionar que en los inicios de este tercer milenio, es menester, que los profesores continúen profundizando en la construcción de teorías pedagógicas cónsonas con las características del momento histórico, a fin de encontrar horizontes educativos que permitan proseguir por senderos iluminados de sentido por lo que hacen, guiados por la diafanidad de lo que significa formar, fin último del continuo anda docente.

Aspectos básicos de la crisis de la Educación y sus manifestaciones.

Los nuevos escenarios y su impacto en la educación

El objetivo de esta primera parte del trabajo es explicar brevemente los cambios que están aconteciendo y que configuran los escenarios futuros en los cuales se desarrollarán las acciones educativas, y analizar cómo impactan en los sistemas educativos, en las instituciones escolares y en los docentes.

1. Los cambios necesarios

Existe una conciencia muy fuerte de que se están agotando los estilos tradicionales de operar. Hay mayor margen para la creatividad en la resolución de los problemas y también mayor tolerancia frente a la inseguridad y a las incertidumbres. Se generan nuevas condiciones y oportunidades favorables para los cambios.
En América Latina el reto es más complejo. La década de los ochenta concluye con una gran crisis económica, con el caos que produce el desvanecimiento de una época histórica y la esperanza que genera el comienzo de otra. Se encuentra sumida entre la crisis derivada de los problemas acumulados del pasado, que todavía no ha resuelto y que se han agudizado en la década perdida de los ochenta, y la crisis asociada a las transformaciones planetarias que dan cuenta de los cambios de los sistemas productivos, de las nuevas tecnologías y de los nuevos modos de organización, que originan un nuevo orden competitivo basado en el conocimiento (García Guadilla, l99l).
Frente a esta difícil situación, es necesario tener en cuenta un modelo de transformación y de desarrollo alternativo que considere como estrategias básicas:
- el fortalecimiento de los sistemas democráticos, pluralistas y participativos que posibiliten la integración nacional, la cohesión social, la proyección de las culturas locales, el mayor protagonismo de las personas y de los grupos, la elevación de las capacidades técnicas, la representatividad en el ámbito de la actividad política y social y el logro de mayores grados de consenso en la proposición de objetivos y metas,
- la transformación de las estructuras productivas en el marco de la globalización cada vez mayor de la economía, que les permita adecuarse a un nuevo paradigma caracterizado por la competitividad internacional, el crecimiento económico suficiente y sostenido y la modernización productiva,
- la distribución justa y equitativa de los bienes y servicios que produce una sociedad, que compatibilice el crecimiento económico con una mayor equidad, que dé respuestas a las altas demandas sociales y que promueva la organización solidaria en la satisfacción de las necesidades básicas,
- la incorporación y difusión del progreso científico y tecnológico, en especial el derivado de la microelectrónica y vinculado al procesamiento y trasmisión de información, que genera nuevas formas de saber y desencadena innovaciones que penetran todas las actividades y provocan cambios de gran importancia en la vida de las personas y de las instituciones,
- la adopción de nuevas concepciones organizacionales caracterizadas por el desmontaje de estructuras piramidales, jerárquicas, verticalistas, con mando fuerte, y su sustitución por unidades autónomas y dinámicas; el aumento de la flexibilidad y de la adaptabilidad a situaciones cambiantes; la mejora continua de la calidad de los procesos y de los resultados, y el desarrollo de capacidades de cooperación y de negociación (Pérez, 1990).

2. El impacto de estos cambios en la educación: las nuevas demandas

La mayoría de los sistemas educativos ha iniciado procesos de reformas y transformaciones, como consecuencia de la aguda conciencia del agotamiento de un modelo tradicional que no ha sido capaz de conciliar el crecimiento cuantitativo con niveles satisfactorios de calidad y de equidad, e incorporar como criterio prioritario y orientador para la definición de políticas y la toma de decisiones la satisfacción de las nuevas demandas sociales.
Hoy hablamos de un nuevo orden mundial competitivo basado en el conocimiento, en el cual la educación y la capacitación son el punto de apoyo de largo plazo más importante que tienen los gobiernos para mejorar la competitividad y para asegurar una ventaja nacional. El funcionamiento óptimo de los sistemas educativos pasa a ser una prioridad esencial de los países. Enunciamos a continuación las principales demandas que los cambios plantean a los sistemas educativos y que se incorporan a las agendas de especialistas y de gobernantes:
- Preparar ciudadanas y ciudadanos capaces de convivir en sociedades marcadas por la diversidad, capacitándolos para incorporar las diferencias de manera que contribuyan a la integración y a la solidaridad, así como para enfrentar la fragmentación y la segmentación que amenazan a muchas sociedades en la actualidad. En consecuencia, los sistemas educativos serán responsables de distribuir equitativamente los conocimientos y el dominio de los códigos en los cuales circula la información socialmente necesaria, y formar a las personas en los valores, principios éticos y habilidades para desempeñarse en los diferentes ámbitos de la vida social.
- Formar recursos humanos que respondan a los nuevos requerimientos del proceso productivo y a las formas de organización del trabajo resultantes de la revolución tecnológica. Para incrementar la competitividad, el mayor desafío es la transformación de la calidad educativa: grupos cada vez más numerosos de individuos con buena formación, impulso de la autonomía individual, logro de un mayor acercamiento entre el mundo de las comunicaciones, la esfera del trabajo y de la educación y otorgamiento de prioridad a las necesidades del desarrollo económico: los usuarios, los mercados laborales y las empresas que utilizan conocimientos.
- Capacitar al conjunto de la sociedad para convivir con la racionalidad de las nuevas tecnologías, transformándolas en instrumentos que mejoren la calidad de vida (Mello, l993). Le corresponde a los sistemas educativos impulsar la creatividad en el acceso, difusión e innovación científica y tecnológica. Deben desarrollar capacidades de anticipación del futuro y de actualización permanente para seleccionar información, para orientarse frente a los cambios, para generar nuevos cambios, para asumir con creatividad el abordaje y resolución de problemas. Los miembros activos de una sociedad no sólo necesitan tener una formación básica, sino que deben incorporar conocimientos sobre informática y tecnología, aspectos que no eran imprescindibles hace sólo una década.

II. Tendencias en el desarrollo de los niveles del sistema educativo

Definido el horizonte de largo plazo que confirma el valor estratégico de la educación en las próximas décadas, corresponde ahora establecer alternativas de respuesta de los sistemas educativos, tanto en el plano de las políticas y estrategias, como en las formas de organización y administración. En los países iberoamericanos existe consenso sobre la necesidad de reformar el Estado, con el objetivo de lograr mayores grados de exigencia, adoptando como paradigma la satisfacción de las necesidades personales y sociales de los usuarios de los servicios educativos, y como metodología la incorporación de nuevas prácticas de planificación y de gestión de los gobiernos.

1. Estructura de los sistemas educativos: los niveles

La combinación de principios políticos, pedagógicos y administrativos configura la estructura de los sistemas educativos a partir de los cuales se definen los niveles, los ciclos, la obligatoriedad y los criterios de articulación y de coordinación. Los niveles identifican los tramos en que los sistemas atienden el cumplimiento de las necesidades educativas que plantea la sociedad en un determinado contexto de espacio y de tiempo. Su duración tiene que ver con la explicitación de estas necesidades sociales (Aguerrondo, 1990).
Las tendencias de desarrollo de los niveles en relación con las nuevas demandas permiten diferenciar tres grandes campos:
- La adquisición de competencias básicas de apropiación de conocimientos elementales y comunes, imprescindibles para toda la población. Esta tendencia se acompaña con estrategias relacionadas con la cobertura, como la mayor duración de la escolarización y el incremento de la obligatoriedad de la Educación Básica, incluida la educación preescolar, y con estrategias relacionadas con la equidad y la calidad, como la homogeneización de los objetivos y de los resultados. Este nivel actúa como compensador de las desigualdades de origen económico y social en tanto garantiza el acceso equitativo a una educación de calidad para que todos aprendan conocimientos socialmente significativos.
- El dominio de conocimientos y capacidades intermedias, deseables para toda la población. El nivel de la Educación Secundaria es el que refleja con mayor nitidez la tensión en la relación entre educación y economía. La aparición de perfiles profesionales nuevos estrechamente vinculados a las nuevas tecnologías y la profunda modificación de las existentes, demandan del sistema educativo, ante todo, una formación amplia con aprendizajes básicos comunes a diversos campos, que se anticipen a la eventualidad de la diversificación y a la necesidad de futuras adaptaciones; al mismo tiempo, lograr una flexibilización curricular que lleve en sí misma los mecanismos de actualización permanente, capaces de incorporar los cambios al ritmo en que se producen en la sociedad (M.E. y C. de España, l987). El logro de los objetivos políticos, sociales y económicos de los gobiernos, exige mantener un equilibrio entre la amplitud y la especialización de la formación impartida. Se asiste a un doble movimiento simultáneo: se incluyen conceptos de la vida laboral en el currículum general y se refuerzan componentes de formación general en los programas de capacitación.
- El logro de alta capacitación y de competencias diferenciales para distintos grupos de la población. Desde el punto de vista de los requerimientos en materia de competitividad, la Educación Superior tiene que asegurar una formación de calidad compatible con las exigencias del desarrollo científico, técnico y profesional, así como de la economía y de la política, que ayuden a los países a insertarse con éxito en el ámbito internacional. Calidad entendida no sólo en función del grado de desarrollo de cada país, sino en condiciones de ofrecer formación y de realizar investigación a la altura de las exigencias de la inserción internacional (Unesco-Cepal, 1992).

2. La responsabilidad del Estado

La diversidad y magnitud de las demandas educativas constatan con más fuerza los problemas y dificultades de los sistemas educativos:
- el agotamiento de los modelos tradicionales de gestión y de los tipos de relaciones que se generan en el interior de los sistemas educativos, que enfatizan el verticalismo y el autoritarismo,
- la falta de fe de poblaciones en contextos sociales y económicos adversos, cuyas necesidades educativas no son atendidas por ineficiencia de los sistemas educativos,
- la ausencia de capacidades institucionales y técnicas para afrontar los problemas de la repitencia y de la deserción, que alcanzan niveles inaceptables,
- el creciente malestar social como consecuencia de promesas no cumplidas por los ministerios de educación, que se expresan en el desinterés de los alumnos, en la desesperanza de los padres y en la frustración de los docentes, inmersos en una estructura que no produce resultados aceptables para la sociedad,
- la reducción del financiamiento de la educación a pesar del aumento de la cobertura, como consecuencia de las políticas de ajuste y de la falta de credibilidad de los sistemas educativos frente a otros sistemas o subsistemas,
- la uniformidad del tratamiento dado a sectores socio-culturales y económicos diferentes, con resultados insatisfactorios para los alumnos de poblaciones carenciadas,
- el fortalecimiento de las instancias centralizadas y burocratizadas, que opera en detrimento de la autonomía de las escuelas,
- la falta de información disponible para efectuar un proceso de transformación, en especial la ausencia de evaluación de los resultados de aprendizaje en varios países de la Región,
- el descontento, la desconfianza y el escepticismo que generan la discontinuidad de los ciclos políticos y la inestabilidad de las estrategias educativas.
Existe urgencia en producir transformaciones estructurales que reorienten las responsabilidades del sector público. La readecuación del Estado es uno de los puntos más importantes para superar el aislamiento del sistema educativo con respecto a los requerimientos sociales. Para definir las nuevas responsabilidades es necesario analizar dos cuestiones claves: las funciones del Estado, referidas a garantizar la unidad y la integración de las naciones, y las funciones del Estado que atienden y reconocen las diversidades.
2.1. Las funciones del Estado que atienden la unidad del sistema
Para lograr la unidad y la integración de las naciones, le compete al Estado:
- diseñar y ejercer la conducción estratégica de las políticas de desarrollo educativo con una visión prospectiva capaz de producir las adecuaciones que demanda el entorno cambiante y de orientar los procesos y las acciones,
- garantizar la igualdad de oportunidades y de posibilidades para el acceso, la permanencia y el egreso del sistema educativo, que permita el desarrollo equilibrado y la cohesión del cuerpo social en su conjunto,
- lograr un desempeño eficaz de los ciudadanos y ciudadanas, dotándolos de las competencias necesarias para participar en diferentes ámbitos y para desenvolverse productivamente en la sociedad moderna, mejorando la calidad de los servicios educativos,
- promover la construcción de acuerdos nacionales que expresen la voluntad política de los gobiernos a favor de la educación en torno a metas de mediano y largo plazo, que generen el consenso y la participación de distintos sectores y actores sociales, que movilicen los recursos y esfuerzos necesarios para el cumplimiento de las metas y que otorguen continuidad y estabilidad a las políticas de Estado,
- determinar los objetivos y contenidos fundamentales de los niveles de enseñanza, disponiendo mecanismos dinámicos y participativos para la articulación con las nuevas demandas de la sociedad,
- establecer sistemas nacionales de medición de resultados del proceso educativo, que permitan asumir la responsabilidad por los logros obtenidos y efectuar la rendición de cuentas a la sociedad, y de información e investigación educativa que constituyan una base de datos operativos para la toma de decisiones,
- desarrollar capacidades políticas y técnicas que configuren un nuevo estilo de gestión responsable y eficiente, que genere las condiciones de gobernabilidad de los sistemas educativos, establezca claros mecanismos de decisión e intervención y procure la dotación de recursos humanos, técnicos, administrativos y financieros necesarios para el desarrollo de las políticas.
2.2. Las funciones del Estado que atienden las diversidades
Estas nuevas responsabilidades del Estado, dirigidas a reconocer y potenciar la heterogeneidad de situaciones, se convierten en un elemento clave para imprimir pertinencia y relevancia a los procesos educativos y en una estrategia de gran impacto en el fortalecimiento de las democracias de los países iberoamericanos. Desde esta perspectiva de análisis, le compete al Estado:
- desarrollar capacidades que permitan efectuar un tratamiento diferenciado a grupos y sectores afectados por la pobreza y la segregación social, mediante políticas compensatorias que asignen recursos financieros y técnicos con criterios de discriminación positiva y preparen las condiciones para la participación, la cohesión social y la competitividad de las naciones,
- implementar políticas que estimulen e incentiven desempeños eficaces de instituciones educativas, grupos y personas de la comunidad, que logren metas educativas valiosas relacionadas con las prioridades políticas (avances significativos en la superación del fracaso escolar, incorporación de tecnologías en los procesos de aprendizaje, articulación con el sector de la producción y del trabajo), a través de programas específicos que asignen recursos financieros y técnicos con criterios de calidad y productividad y confirmen el valor estratégico de la educación y de los actores que la protagonizan,
- fortalecer procesos de descentralización, desconcentración y delegación de funciones hacia unidades menores de gestión educativa, con regulaciones mínimas que establezcan claras definiciones de competencias, que promuevan la autonomía, la responsabilidad por los resultados y la capacitación que garantice el desempeño eficiente de los agentes de las instancias intermedias y de las escuelas,
- promover innovaciones educativas con visión prospectiva de las transformaciones a producir en los sistemas y en las escuelas, integrar los aportes de la comunidad académica, sistematizar estudios, experiencias e investigaciones que sean utilizados por las instituciones en la satisfacción de sus necesidades educativas,
- ejercer el liderazgo de la apertura institucional, tomando la iniciativa en la búsqueda y movilización de recursos, de articulación y coordinación con organismos gubernamentales y no gubernamentales, nacionales e internacionales, de los ámbitos académicos, sociales, políticos, de la producción y del trabajo, que permitan la construcción de un nuevo estilo de gestión que, desde una mirada estratégica del conjunto y de la comprensión de la diversidad, consolide definitivamente mecanismos ágiles, flexibles, dinámicos y audaces para la incorporación de las demandas sociales a los sistemas educativos.

SEGUNDA PARTE: 
TENDENCIAS EN LOS NUEVOS PAPELES QUE ASUME LA INSTITUCIÓN ESCOLAR

1. Descentralización y autonomía

Las nuevas demandas educativas refuerzan la defensa de la escuela como institución destinada prioritariamente a la transmisión y apropiación del conocimiento sistematizado. El éxito de este nuevo enfoque dependerá del equilibrio que se alcance entre los dos ejes de la organización institucional de los sistemas educativos: el eje de la unidad que promueve la integración y el eje de la descentralización que reconoce la diversidad.
En la última década se han producido estudios sobre la descentralización que tienden a enfatizar la dimensión local como un ámbito privilegiado de intervención (Rivas, l99l). El surgimiento de la escuela como una organización con cierta autonomía es uno de los procesos más significativos que están ocurriendo en la transformación de los sistemas educativos. La falta de iniciativa y de autonomía en el lugar en que la relación pedagógica ocurre, la dificultad en hacer llegar a las escuelas los recursos consumidos por las máquinas burocráticas y la dudosa efectividad de los «paquetes preparados», junto con la excesiva reglamentación y la visión homogénea de realidades locales y escolares muy dispares, son algunas de las explicaciones que justifican las estrategias de descentralización en el sector educación.
Los procesos de descentralización se efectivizan en las escuelas cuando se acompañan con autonomía y con poder de decisión sobre aspectos sustantivos de su quehacer. Estudios recientes lo confirman a partir del análisis de características comunes que poseen algunas escuelas eficaces (OCDE, l99l; Tedesco, l99l; Mello, l99l y l993). Haddad afirma que «las escuelas eficaces y bien organizadas presentan varias características en común: disponen de un ambiente bien ordenado, enfatizan el desempeño académico, establecen altas expectativas para el desempeño de sus alumnos y son dirigidas por profesores y directores que realizan un enorme esfuerzo por ofrecer una enseñanza efectiva y estimular a sus alumnos a que aprendan, independientemente de sus condiciones familiares ...» (l990).
2. Las nuevas funciones de la escuela
La lógica que opera para la transformación del Estado y la resignificación de sus funciones adecuándolas a las demandas de la sociedad, se aplica también para la transformación de la escuela y la resignificación de sus funciones para adecuarse a los requerimientos de la comunidad y satisfacer sus necesidades educativas. En este marco se inscriben los nuevos papeles que asume la institución escolar:
- convertirse en un espacio de democratización y participación de la sociedad, y de punto de contacto de los sectores populares con el Estado. La expansión de la escolaridad representó un significativo avance en la igualdad de las oportunidades de acceso al sistema. La equidad sólo se logrará si la escuela tiene éxito en ofrecer a todos una educación de calidad,
- configurar un estilo de gestión a nivel local, diferenciado y flexible en su organización escolar, que desarrolle capacidades y formas propias de interactuar en su medio social, que incorpore las necesidades desiguales y que trabaje sobre ellas a lo largo de los años de escolaridad,
- conformar un ámbito con capacidad de decisión para la elaboración de su proyecto educativo y la construcción de su propia identidad a partir del conocimiento más cercano de las demandas sociales,
- desarrollar capacidades para la gestión pedagógica de la institución, que focalice todos los esfuerzos en el logro de metas que atiendan la calidad de los resultados educativos y el mejoramiento del ambiente y de las condiciones de aprendizaje,
- transformarse en un espacio con poder para organizar la oferta educativa y combinar el uso de los recursos humanos, técnicos, físicos y financieros de acuerdo a las necesidades y oportunidades en función de su propio proyecto educativo, a partir de la existencia de un mínimo de oferta socialmente justa sin la cual las escuelas no pueden funcionar,
- ejercer un desempeño institucional eficiente, que rinda cuentas a su comunidad de los resultados de aprendizaje de sus alumnos,
- constituirse en un espacio de democratización de las relaciones institucionales para el logro de debates y consensos, de trabajo en equipo, de práctica cotidiana de valores democráticos, de negociación de los conflictos de poder, de fortalecimiento de estructuras colegiadas (Consejos de escuela) y de ejercicio de control social y comunitario sobre el cumplimiento de las metas,
- desarrollar capacidades para la articulación orgánica con las instancias intermedias (regionales) y centrales del sistema educativo en el marco de normativas establecidas que definan las competencias respectivas.
3. Riesgos y condiciones de la autonomía
Algunas experiencias de descentralización han producido efectos contrarios a los previstos. Otras, en cambio, demuestran que es posible conducir exitosamente procesos de construcción de autonomía institucional.
El riesgo de reconcentrar el poder y reproducir a nivel local los inconvenientes del modelo de gestión centralista y autoritaria, puede ser contrarrestado promoviendo la creación de estructuras participativas como los consejos, cuyos integrantes limiten los abusos de poder.
En algunos países la producción de libros para adaptar contenidos curriculares con un enfoque regional y localista estrecho ha demostrado una eficacia probadamente nula, aunque la inversión fuera significativa en detrimento de otras prioridades. En estos casos debe procurarse un equilibrio entre los contenidos generales y los locales que conduzca a un proceso integrador de alto carácter formativo para los alumnos, que no pierda de vista la prioridad de la calidad de los aprendizajes básicos y comunes.
La amenaza del aumento de las desigualdades, si no existen suficientes mecanismos de apoyo, se puede evitar con una fuerte voluntad política que, implementando programas compensatorios, garantice una oferta mínima socialmente justa.
Como consecuencia de un proceso sin control de la autonomía de las escuelas, la fragmentación del sistema puede resguardarse con regulaciones claras que establezcan el equilibrio y la necesaria integración y articulación entre el Estado y las unidades descentralizadas.

TERCERA PARTE:
NUEVOS CAMPOS DE DECISIÓN DE LAS ESCUELAS

Un punto clave de la autonomía es dar a los establecimientos mayores atribuciones para ordenar su funcionamiento y fortalecer las capacidades de sus recursos humanos para definir y llevar a cabo el proceso educativo. Para ello es necesario analizar los nuevos campos de decisión donde esas atribuciones se ejercen.

1. Los aspectos pedagógicos

La representación local en los currículos facilitará el fortalecimiento de la diversidad en el marco de una base compartida de valores centrales, homogeneizadores del conjunto de la nación y su articulación con los valores locales. Habrá más posibilidades de integración mientras más logrados y compartidos estén los valores centrales y más fuerte sea la diversificación. El nuevo paradigma de la gestión pedagógica es: unidad de objetivos, valores compartidos y creciente autonomía de ejecución (Casassus, l993). La eficacia del Estado tiene que ver con la capacidad de articular la función de integración y coherencia y con la función de legitimación de las diversidades.
La descentralización pedagógica se concreta en la escuela asumiendo nuevas atribuciones y facultades para:
- la elaboración de su propio proyecto educativo en relación con la captación de las demandas de su comunidad, las políticas educativas determinadas por las instancias centrales y regionales y por los programas que formulen para que sus alumnos aprendan. Cada escuela desarrolla su propia cultura institucional de acuerdo a su vida interna desde donde construye su identidad,
- la selección de objetivos y contenidos específicos, adecuados a los intereses de su contexto, que se articulan con los contenidos mínimos y comunes para todo el país y los acordados para la región,
- la participación de la comunidad en la determinación de los aprendizajes de desarrollo local,
- la conducción de los procesos de aprendizaje en el aula, en el marco de una nueva didáctica adecuada a los nuevos cambios que están ocurriendo en los procesos de enseñanza y aprendizaje,
- la selección de los recursos técnicos necesarios: guías, textos, materiales educativos, equipamiento didáctico y tecnológico, de acuerdo a las características de la escuela y de sus alumnos,
- la organización y capacitación de los docentes en función de las necesidades del proyecto educativo institucional y de las políticas centrales,
- la selección de actividades extracurriculares propuestas por la comunidad,
- la evaluación de los resultados de los alumnos a nivel de la escuela y su articulación con las mediciones de logros a nivel central o regional,
- la evaluación del desempeño de los docentes en el marco de un proceso de profesionalización del rol,
Un componente fundamental, que supera la enumeración de los elementos, es la peculiar combinación que cada escuela efectúa entre sus posibilidades, su cultura institucional, las demandas de la comunidad y el logro de metas de calidad y de equidad que dan sentido a su proyecto educativo. En la forma particular de ponderar los insumos reside la identidad de la institución, en la cual juega un papel fundamental el director, cuyo desempeño afecta la dinámica educativa.

2. Los aspectos administrativos

Sobre este tema Guiomar Namo de Mello ha brindado aportes sustantivos en varias publicaciones. Parte del análisis de los efectos que produjeron las estrategias centralizadas que se adoptaron para mejorar la calidad de las escuelas, entre las cuales destaca la provisión de insumos básicos necesarios para el funcionamiento cotidiano de los establecimientos. Estos insumos recibieron el mismo tratamiento que las demás normas de organización escolar, es decir, todas las escuelas recibieron los mismos insumos, sin considerar las peculiaridades de cada uno y, por lo general, los recibieron fuera de fecha debido a la demora de los procedimientos burocráticos.
La autonomía de las escuelas requiere, como condición indispensable, el mayor grado de decisión posible en lo relativo a dos insumos básicos y necesarios para su organización: finanzas y personal. Una real alteración del poder del sistema educativo sólo será posible si se hace efectiva dicha delegación. Dice la autora que ninguna institución puede tener identidad, iniciativa y proyecto si no posee el control sobre sus propios recursos y sobre su equipo.
2.1. La administración de los recursos humanos
«...Las políticas homogéneas sobre la carrera magisterial y el salario fueron uno de los principales factores que determinaron la pérdida de la fuerza de parte de las escuelas. Las normas de incorporación, los nombramientos, las admisiones y despidos negociados directamente por los sindicatos y la administración central, hacen difícil que las escuelas adopten decisiones responsables sobre aspectos cruciales de su organización, tales como currículo, uso del tiempo, perfil de los profesionales adecuados a sus propuestas de trabajo... En los países en que existe la estabilidad en la carrera docente, sería deseable que ese derecho no estuviese limitado a puestos específicos en las escuelas, sino a nivel del sistema... De esta forma, si la escuela decide despedir a un profesor o a un técnico, podrá hacerlo poniendo al profesional a disposición de la administración central, la que procederá a reubicarlo... reservando el derecho de la escuela a escoger. Deberán permitirse los perfiles diferenciados de los equipos escolares, dependiendo de la propuesta de la escuela...» (Mello, l993, págs. 204 y 205).
Esta proposición resulta interesante a mediano y largo plazo porque implica un tratamiento arduo de negociación con los gremios docentes y de obtención de consenso en la sociedad. Los países deberían realizar estudios y propuestas encaminados a fortalecer nuevos roles docentes y directivos en función de las nuevas demandas, e ir adecuando paulatinamente la formación docente, la carrera profesional, los sistemas de remuneración y los mecanismos de estímulos y de incentivos en relación con el logro de metas de equidad, calidad y productividad.
A corto plazo podría avanzarse en áreas más flexibles en la organización escolar, como por ejemplo en las actividades extracurriculares que se programan para enriquecer la oferta de enseñanza y que tienen mecanismos diferentes en su implementación, con capacidad de decisión de la escuela sobre el tipo de profesional a ser contratado.
2.2. La administración de los recursos financieros
a) Remuneraciones
«...Al menos una parte de las decisiones sobre las remuneraciones debería delegarse a las escuelas, como por ejemplo, las jornadas extraordinarias de trabajo. Otra alternativa importante sería la posibilidad de establecer estímulos salariales, a partir de niveles mínimos fijados en escalas homogéneas, que diferenciaran los salarios en base a los resultados. De este modo, cada escuela tendría derecho a un volumen adicional de recursos a ser utilizados para pagos extraordinarios de su equipo, a partir de los resultados de las evaluaciones que indiquen que la escuela está mejorando su desempeño. Este es, sin duda, un tema controvertido, pero no por eso debemos retirarlo de la agenda de discusión...» (Mello, pág. 207).
La autora deja planteado un camino para las transformaciones estructurales que los países emprendan, cuyo nivel de concreción dependerá de la combinación de múltiples factores entre los que figuran la voluntad política de los gobiernos, las capacidades para negociar y para lograr consensos graduales con los sindicatos, los docentes y la sociedad, la disponibilidad de recursos y la habilidad para aprovechar los tiempos y las oportunidades que ofrezca la realidad con vistas a producir avances consolidados.
b) Financiamiento de programas compensatorios
Para que la autonomía de las escuelas no produzca efectos negativos se requieren mecanismos fuertes de compensación financiera. Le corresponde a la administración central, en cumplimiento de las metas de calidad, equidad y universalización del acceso y del egreso, orientar recursos a las escuelas para asegurar un mínimo de oferta socialmente justa, a partir de la cual cada institución pueda elevar la calidad de los aprendizajes de sus alumnos.
Reafirmada esta responsabilidad de los gobiernos queda claro, por lo anteriormente expuesto, que se debe cambiar la modalidad de intervención en la asignación de estos recursos, diseñando políticas y estrategias diferenciadas según las necesidades de las instancias regionales y de las escuelas y adoptando mecanismos distintos según el tipo de recurso. Por ejemplo, para proveer de libros de textos, útiles y equipamiento a las escuelas, se justifica la centralización desde el punto de vista de la economía de escala; en el caso de reparaciones escolares, resulta beneficioso descentralizar los fondos a quien ejecute la obra, ya sean los municipios o las escuelas.
c) Financiamiento de proyectos institucionales
Para promover innovaciones educativas el Estado orienta su intervención a través de mecanismos que alienten a las escuelas a mejorar sus niveles de calidad y eficiencia, e incentiven el uso racional de sus recursos, voluntad que se expresa en su proyecto educativo. Para ello es necesario establecer procedimientos para la convocatoria a la presentación de proyectos y el concurso para que se juzgue la calidad de los mismos, efectuado por comisiones evaluadoras altamente capacitadas y de acuerdo a normativas generales. El financiamiento de los mejores proyectos puede incluir un componente de complemento salarial para los profesores comprometidos en ellos.
d) El presupuesto de la escuela autónoma
«...La autonomía financiera no es una transferencia esporádica de recursos que ya vienen predestinados para cierto tipo de gasto... Se trata de crear mecanismos mediante los cuales la escuela posea su propio presupuesto, transferido en cantidades globales, con capacidad para administrarlo y con poder de decisión sobre cuáles son los gastos prioritarios, sin que existan limitantes referidos a ciertos tipos de gastos. Y más todavía, los gastos de las planillas de sueldos serían parte constitutiva de este presupuesto, aunque la escuela no sea la agencia pagadora, fijando los recursos destinados en manos de la administración central del sistema que haría efectivos tales pagos con las informaciones suministradas por las escuelas.... Los gastos que efectúa el Estado (sueldos, compra de materiales), serán descontados del presupuesto de la escuela. La autonomía de la escuela no significa que el presupuesto se transfiere en especies, sino que ésta tiene el poder de decidir cómo ejecutarlo, aun cuando una parte permanezca como un crédito al que la escuela tiene derecho a pesar de estar suministrado por las instancias centrales... Aunque dicha autonomía financiera no se implante de una vez y completamente, previendo que habrá etapas y procesos de negociación, considerando inclusive los plazos para capacitar a las escuelas en esta tarea, el objetivo final debe ser éste. Sólo en estos términos la autonomía financiera puede constituir un instrumento de automejoramiento de las escuelas, útil para perfeccionar su organización interna, obligando al equipo a pensar en el conjunto de la escuela, en el proyecto, en los objetivos y en las prioridades» (Mello, págs. 208 y 210).
En este marco los países diseñarán sus alternativas y construirán sus caminos. Mientras tanto es necesario conducir los procesos de transición y avanzar en la realización de estudios preparatorios sobre normas jurídicas, simplificación de procedimientos de control burocrático, costos por tipos de escuela, criterios comunes y diferenciales para la asignación de recursos, especificación de los gastos que se reservan al Estado o a los municipios y los que se delegan a la escuela, y de acciones destinadas al diseño de programas de capacitación destinados a desarrollar competencias para el ejercicio de las nuevas tareas.

3. Los aspectos organizativos

3.1. Los tiempos de aprendizaje
La forma como se utilice el tiempo repercute en los logros educativos, tanto en el incremento de los días/horas anuales de clase, como en el aprovechamiento de las horas diarias en que los alumnos permanecen en la escuela. En una publicación reciente, Schiefelbein (1993) estima que «el tiempo para el aprendizaje a veces se usa muy mal. Un estudio venezolano sobre la administración de las clases encontró que sólo el 40% del tiempo destinado a impartir clases era usado efectivamente para la enseñanza. La mitad del tiempo se pierde... En Chile, entre el 50 y el 64% del tiempo de los docentes se destina a la enseñanza y un 22 a 29% adicional, a controlar la disciplina. Casos similares se han detectado en otros países de América Latina.»
Es necesario determinar el nivel de competencias en la optimización de los tiempos de aprendizaje. A la administración central le corresponde la fijación de la duración del ciclo lectivo, estimando el mínimo de días y horas anuales para todo el país, y la determinación de la duración de la jornada mínima para cada ciclo y nivel. A la administración regional le compete establecer la fecha de iniciación y finalización del ciclo lectivo (meses de clase) y la distribución anual de las vacaciones. Serán atribuciones de las escuelas la organización de los días de clase en la semana y de las horas de clase en el día.
3.2. Los espacios educativos
Una de las áreas más exitosas en los procesos de descentralización es la de los recursos físicos. Múltiples y variadas experiencias avalan la conveniencia de delegar las actividades de reparación y mantenimiento edilicio en las escuelas o en los municipios, incrementando la eficiencia en el uso de los aportes que hace el Estado.
La distribución del parque edilicio disponible para posibilitar un eficaz desempeño de las escuelas será competencia de la administración regional, la asignación de los espacios institucionales donde se produce el aprendizaje es atribución de la escuela, y la utilización de los espacios áulicos y comunitarios para determinados tipos de aprendizaje será competencia de los docentes.

4. Las relaciones institucionales

La gestión democrática de las escuelas es un componente fundamental de la autonomía, en la medida que implica una alteración del clima psicosocial y de las formas de ejercer el poder y el control interpersonal. En algunos países iberoamericanos los procesos de descentralización han configurado nuevos mecanismos para la elección de los directores en el ámbito de la comunidad educativa (España, Brasil). El establecimiento de órganos colegiados como los Consejos de Escuela, los Consejos de Administración o los Consejos de Grado como ámbitos participativos integrados por docentes, padres y alumnos, generan una nueva relación de fuerzas donde es posible debatir ideas, dirimir conflictos, constituirse en mecanismos de control para el conjunto y construir los consensos necesarios para llevar adelante un proyecto educativo.
Solamente si la escuela es autónoma tiene sentido la participación de todos sus actores. Sin instrumentos para ejecutar las decisiones, para evaluar y rendir cuentas, la participación tiende a ser más bien trivial a través de la presencia en comisiones, en asambleas o en elecciones que, en verdad, no conducen a la ejecución de las decisiones tomadas por falta de poder real a nivel de la escuela (Mello, l993).
Fortalecer la función del director para el ejercicio de un liderazgo democrático y responsable, y avanzar en la búsqueda de alternativas nuevas para la elección de un profesional que combine criterios de competencia profesional y conocimientos técnicos, con legitimidad del liderazgo y aceptación de su autoridad será, sin lugar a dudas, una prioridad para los gobiernos.

CUARTA PARTE:
TENDENCIAS EN LA PROFESIONALIZACIÓN DE LOS DOCENTES

I. Rol profesional y autonomía escolar

Para responder a los requerimientos de una educación de calidad para todos es indispensable promover la profesionalización de los docentes. El proceso de conversión del rol docente en profesional es una exigencia no sólo de las transformaciones acaecidas en la organización del trabajo, sino que es una consecuencia de los procesos de descentralización, de la autonomía en la gestión de las escuelas y de los cambios que están ocurriendo en los procesos de enseñanza y aprendizaje, que contraponen el rol tradicional de mero transmisor de conocimientos al de facilitador del aprendizaje de los alumnos.
En la actualidad la docencia es una semi-profesión desde el punto de vista sociológico, débilmente estructurada, en una posición dominada por la burocratización de las instituciones y por la desvalorización dentro del mercado de empleo. En muchos países iberoamericanos la actividad docente no ha logrado todavía ser reconocida como profesión. Existe gran contradicción sobre la trascendental misión que cumplen maestros y profesores a nivel del discurso político, y la situación concreta en la que se desenvuelven. Las remuneraciones no se compadecen con las responsabilidades asignadas ni con el nivel de preparación, y abundan más las frustraciones que las gratificaciones entre los docentes. El efecto negativo de esta situación es la pérdida de jóvenes talentosos que no se sienten atraídos por la función docente, y la dificultad para remontar los bajos índices en los resultados del aprendizaje.
Iván Núñez señala que el rol profesional implica que el docente tiene una formación de nivel superior que lo capacita para conectarse permanentemente con el saber pedagógico acumulado, para diagnosticar los problemas de aprendizaje de sus alumnos y las necesidades educativas de su entorno, para recurrir por sí mismo a la recreación o generación de métodos y técnicas y para la elaboración local del currículum.
La autonomía escolar es el marco apropiado para la configuración profesional del rol docente. Una auténtica descentralización que haga menos rígida y uniforme la administración, que entregue crecientes cuotas de poder a los actores sociales y a las comunidades locales, que atienda a la heterogeneidad de las realidades regionales y locales y a la diversidad de cada escuela y de cada aula, es el ámbito privilegiado para construir la profesionalización del trabajo docente (Núñez, l990).

II. Requerimientos para la profesionalizacion de los docentes

1. La preparación académica

1.1. El reclutamiento
El proceso de profesionalización comienza por calificar la demanda de postulantes para el ingreso a la formación docente. Constituye una enorme preocupación para los países el constante descenso de la calidad de los conocimientos, habilidades y motivaciones de quienes se incorporan a las carreras docentes. Para garantizar un mínimo de talento y de aptitud es necesario establecer mecanismos que puedan alternar entre procedimientos selectivos como los exámenes de ingreso o los talleres de nivelación, que no son excluyentes, pero que condicionan el ingreso a la acreditación de esos mínimos exigibles. Argentina ha diseñado un programa de nivelación destinado a constatar el dominio de los conocimientos básicos, ofreciendo talleres optativos de revisión de los contenidos curriculares de Lengua, Matemática, Ciencias Sociales y Ciencias Naturales, y variadas instancias de acreditación a elección del alumno. Cumplida la acreditación de los mínimos, puede ingresar a la carrera.
Se requiere, además, una clara concepción de las cualidades que hay que esperar de un buen docente, que atienda no sólo las mejores calificaciones académicas posibles, sino también las actitudes y los rasgos personales deseables. No es muy alta la correlación positiva entre buenas calificaciones académicas y un efecto beneficioso en el aprendizaje de los alumnos. La docencia eficaz es consecuencia, también, de características de la personalidad tales como la paciencia, la persistencia, la capacidad de analizar problemas y la comprensión de los alumnos (OCDE, l99l).
1.2. La formación docente
El rol profesional que implica la resignificación de funciones tradicionales y el surgimiento de un conjunto de tareas nuevas que la escuela y la sociedad esperan ver realizadas en el ejercicio de la docencia, constituye el criterio más relevante para fundamentar y orientar la transformación estructural de las carreras de formación docente.
Una concepción de la formación docente desvinculada de las funciones de la escuela y de los requerimientos de la sociedad, con débil formación pedagógica y didáctica como consecuencia de planes de estudio en los que se aprecia una inclinación teórica, intelectualista y academicista que reproduce los estilos tradicionales de enseñanza, fragmentada y desarticulada institucionalmente, despreocupada de la formación de formadores, es difícil que haga un aporte sustantivo a la profesionalización docente.
Para la adecuación de la formación a las nuevas demandas que se ejercerán sobre maestros y profesores, es conveniente tener en cuenta:
- la articulación e integración dinámica entre las instituciones formadoras, las escuelas y los sectores académicos, para lograr la apertura necesaria que permita captar y dar respuestas, en forma permanente, a las necesidades educativas de la sociedad, la transformación curricular que contemple una preparación pedagógica y científica que ponga al alumno en contacto con las escuelas desde el comienzo, con prácticas directas y asunción de responsabilidades. La modalidad de trabajo que los docentes desarrollan en las escuelas está fuertemente determinada por los procesos pedagógicos que han vivenciado durante su propio proceso formativo,
- el establecimiento de un sistema de formación continua del docente que incluya la formación inicial, el desarrollo profesional, la capacitación en servicio y las oportunidades de calificaciones superiores. Un sistema que integre la formación de grado, el perfeccionamiento y los estudios de post-grado, supone el diseño de currículos flexibles que permitan la circulación de los graduados por distintos programas de formación,
- el fortalecimiento de los institutos de formación docente, elevando el nivel de los formadores de formadores, de manera que asuman el papel decisivo que les cabe en la preparación y motivación de los futuros maestros y profesores,
- la articulación de este sistema de formación continua con un nuevo modelo de carrera docente requiere analizar distintas formas de acreditación que permitan recuperar todas las experiencias de formación por las que atraviese el docente, y que otorguen un reconocimiento suficiente a la hora de replantearse los criterios de promoción y ascenso en la carrera (MCE, l99l).
1.3. El perfeccionamiento docente
En el proceso de conversión del rol profesional el perfeccionamiento cumple un papel muy importante, entendido como una instancia para la creación de condiciones que permitan al docente comprender los problemas presentados en su práctica, de manera que pueda elaborar respuestas originales para cada una de las situaciones en las cuales le corresponde actuar, y asumir responsabilidades cualitativamente diferentes con soluciones diversas.
Es necesario superar limitaciones en la forma como se realiza, en general, el perfeccionamiento en la actualidad. Es una actividad ocasional, asistemática, discontinua, sin vinculación con la formación inicial, reducida a un restringido número de docentes (no supera el 10%), dirigida a capacitarlos en aspectos específicos (contenidos o métodos) y desarticulados, desconectada de la práctica diaria, con modalidades tradicionales de enseñanza, no participativa, que contribuye a que los docentes desempeñen su rol de manera subordinada a las directrices de un sistema escolar burocratizado (Vera, l988). Desde esta perspectiva, se entiende por qué la docencia es una profesión subinstruída y subadiestrada.
La profesionalización demanda como condición otro enfoque del perfeccionamiento que ofrezca oportunidades flexibles y estimulantes y tenga como características:
- la apertura a todos los docentes, de fácil acceso aun para los que se encuentran en zonas alejadas, asociado a un claro sistema de incentivos,
- la articulación con la práctica cotidiana, de modo que la resolución creativa de los problemas se convierta en el conductor de las experiencias de capacitación,
- la reflexión permanente sobre la función docente, como una exigencia de carácter profesional,
- la recreación de prácticas pedagógicas, introduciendo innovaciones en las tradicionales formas de enseñanza,
- la implementación de diversas modalidades de perfeccionamiento docente para las nuevas funciones a desempeñar en la escuela autónoma: la descentralización de acciones a nivel de los establecimientos educacionales y la relación de éstas con las necesidades educativas de las instituciones; la realización de talleres de educadores, organizados por escuela, grupos de escuelas, red de docentes por ciclos o por materias; la combinación de programas de educación a distancia y de asesoría o tutoría de apoyo profesional; las visitas a otros establecimientos que aplican nuevas metodologías; los talleres de demostración (como la experiencia de la Escuela Nueva); los cursos de actualización de contenidos para materias especializadas; la capacitación para el aprendizaje de técnicas de gestión de proyectos educativos; el desarrollo de habilidades para la asignación de recursos y la elaboración de presupuestos, para la toma de decisiones en una estructura colegiada, y para la elaboración del currículum a nivel local.

2. Las condiciones del empleo docente

Con el correr de los años se han aumentado las tareas de los docentes relacionadas con acciones de asistencialidad, sanidad, alimentación, incorporando temas transversales que se viven como una sobrecarga porque deben agregarse a los anteriores. Al mismo tiempo, han aumentado las dificultades con que se enfrentan los maestros y profesores: clases muy numerosas, diversidad de poblaciones y de necesidades educativas para las que no fueron formados, escasez de materiales educativos, edificios deteriorados, carencia de asistencia profesional. En estas condiciones, ¿se pueden esperar buenos resultados?, ¿no se trata acaso de que las sociedades proporcionen a las escuelas y a los docentes lo que merecen? (OCDE, l99l).
Para avanzar en la construcción del rol profesional será necesario especificar más claramente qué se espera de los docentes y de las escuelas. Cabe recordar lo que indica sobre el tema la Declaración de la Conferencia Mundial sobre Educación para Todos: «...Debe permitirse que las escuelas primarias asignen prioridad a su responsabilidad explícita de impartir conocimientos esenciales y actitudes a todos sus alumnos. Las autoridades nacionales sólo deben asignar responsabilidades adicionales cuando se les proporcionen (mediante nuevos planes de estudio, estructuras administrativas o financiación) los recursos necesarios para llevar a cabo estas nuevas tareas de manera eficaz. Una escuela primaria que produce alumnos que no tienen los conocimientos básicos de alfabetización, aritmética y capacidad para resolver problemas ha fracasado como escuela, por muy eficaz que haya sido en la satisfacción de otras necesidades culturales, sociales y políticas...» (l990).
La gestión autónoma de las escuelas tendrá muchas posibilidades de ordenar sus acciones en función de las políticas prioritarias y en función de la satisfacción de sus necesidades educativas. Esta focalización de prioridades y la orientación de sus recursos en ese sentido, será de gran utilidad para mejorar la condición de los docentes.
2.1. La carrera docente y el desarrollo profesional
Es tan importante preocuparse por el reclutamiento, la formación y el perfeccionamiento de los docentes, como por hacer más atractiva la profesión y lograr retener y beneficiar a personas talentosas, productivas y creativas. Establecer una estructura profesional más progresiva y estrechamente asociada al crecimiento profesional y al buen desempeño, es una alternativa para superar la situación actual que otorga mérito al que permanece en el sistema (antigüedad), sin importar demasiado la calidad de su actuación profesional y los resultados que obtiene.
2.2. Las remuneraciones docentes
Las políticas de ajuste aplicadas en la mayoría de los países de la región, el aumento de la cobertura y la expansión de los sistemas educativos, son algunas de las causas que explican la disminución de los salarios docentes. Pero también es justo reconocer que los sistemas educativos reaccionan más lentamente de lo que espera la sociedad en producir las transformaciones que den sentido a mayores inversiones en el sector. La expresión «no más recursos para hacer más de lo mismo» va cobrando consenso en los despachos oficiales de quienes deciden sobre asignación de recursos. El reconocimiento social del valor estratégico de la educación para favorecer un crecimiento económico con equidad y en libertad, genera una nueva oportunidad para que los responsables de los sistemas educativos den un impulso decisivo y lideren los cambios necesarios.
Las actuales remuneraciones no colaboran demasiado con el proceso de profesionalización de los docentes. Deberían ser retribuidos de acuerdo con los resultados que se esperan de ellos, con salarios mejores que los actuales. Como las partidas de sueldos consumen aproximadamente el 90% de los presupuestos de los ministerios de educación, una de las tareas para políticos, técnicos y docentes será analizar posibles alternativas para reformular las estructuras salariales que permitan asignar dichas partidas, más los incrementos que se consigan, de modo distinto y con criterios que se correspondan con las funciones estratégicas de los Estados y con los procesos de descentralización y autonomía de las escuelas en lo que respecta a la administración de los recursos humanos y financieros.
A partir de ese momento habría que hacer el esfuerzo de atar cada aumento salarial a un compromiso de transformación en este sentido. De lo contrario, serán movimientos desaprovechados que pueden no ser comprendidos por la sociedad que demanda estos cambios.
2.3. Los incentivos
Corresponde al Estado determinar una política de incentivos en la medida que constituye un eficaz instrumento de dinamización para quebrar la inercia de los sistemas educativos, que tienden al inmovilismo. Pueden establecerse tres tipos de incentivos: materiales (incremento salarial, premio por mérito o productividad), simbólicos (certificaciones, prestigio profesional, reconocimiento de la autoridad y de la comunidad) y técnicos (calificación y acreditación profesional).
La autonomía de las escuelas permite combinar o articular inteligentemente distintos tipos de incentivos que operen sistémicamente y produzcan un impacto más efectivo; asociar incentivos con desempeño e incentivar lo nuevo, lo innovador.
Una política de incentivos colabora sustancialmente en la profesionalización de los docentes, a partir de una nueva visión del valor estratégico de la educación y de la convicción de que ésta será una profesión estratégica.

III. El ejercicio de la profesión docente

Es en la dinámica de las instituciones escolares donde se configuran los procesos educativos y las condiciones particulares para la enseñanza y el aprendizaje, en un clima de relaciones humanas y de poder propios de cada comunidad escolar. La gestión autónoma y participativa aparece entonces como la estrategia más adecuada para cambiar esos contextos que condicionan el trabajo docente.

1. La práctica escolar

El análisis de la práctica educativa y del trabajo en el aula lleva a focalizar la mirada en la calidad de los procesos internos de las instituciones, de los cuales depende la calidad de los resultados educativos. Hay evidencias claras que la transformación de los sistemas educativos, o tiene lugar en las escuelas y en las aulas, o no produce el impacto y la relevancia esperados.
La práctica educativa burocráticamente controlada genera un sistema de dependencia de los profesionales respecto de las directrices exteriores, de modo que la respuesta de los docentes pasa por un problema de ajuste/conflicto con las condiciones establecidas (legales, curriculares, organizativas), sin demasiadas posibilidades de propuestas originales. Desde la autonomía de las escuelas, por el contrario, se genera un espacio responsable de respuestas creativas en la resolución de los problemas, que hace posible pensar en el desarrollo profesional de los docentes. No se puede comprender el comportamiento de los maestros y profesores y favorecer su crecimiento, sin entender que sus funciones profesionales son respuestas personales a patrones dirigidos no sólo por la cultura, la sociedad y la política educativa, sino, de forma más inmediata, por las regulaciones colectivas de la práctica, establecida en las escuelas y diseminada como una especie de «estilo profesional», que crean lo que es la cultura profesional como conjunto de rutinas prácticas, de imágenes que dan sentido a las acciones, de valores de referencia y de racionalización de la práctica (Gimeno, l992).
La cuestión es cómo superar los efectos negativos de esa práctica dependiente que deja como secuela en los docentes la pérdida de interés, el desánimo, la mecanización del trabajo cotidiano, la apatía, el inmovilismo, la fatiga, la resistencia al cambio, el no hacerse responsable de los resultados. Las prioridades de equidad y de calidad como respuestas a las nuevas demandas, imponen analizar cuidadosamente la importancia que tienen las actitudes y las expectativas de los docentes en el rendimiento escolar de sus alumnos, y la urgencia de modificar el mayor de esos efectos perversos que es una concepción fatalista, donde no es posible hacer nada para superar la situación.
Tedesco menciona que «trabajos parciales llevados a cabo en algunos lugares de la Región, coinciden en señalar que un porcentaje considerable de los docentes que se desempeñan en áreas marginales participan de esa concepción fatalista acerca de las escasas posibilidades de aprendizaje por parte de sus alumnos. Estos estudios han puesto de relieve que la concepción más difundida se basa en la hipótesis según la cual el éxito escolar depende del esfuerzo que realizan los involucrados en el proceso de aprendizaje: los docentes, los padres y los alumnos. La dinámica de estos factores frente a los esfuerzos que cada uno debe realizar es presentada de tal forma que la víctima se transforma en culpable, ya que, en última instancia, se termina atribuyendo el fracaso al escaso esfuerzo que realiza el niño para su éxito escolar. Los docentes tienden a desplazar las responsabilidades a los padres, a los alumnos y a las condiciones materiales de vida; los padres lo atribuyen al niño, en algunos casos, al docente en cuanto persona pero no a la estructura curricular ni a la organización escolar; el alumno, finalmente, acepta que fracasa porque no realizó los esfuerzos necesarios o porque no es lo suficientemente capaz para enfrentar con éxito los requerimientos escolares... « (l987, pág 25).
Otros estudios señalan las variables de comportamientos profesionales que tienen correlación positiva con los buenos logros: dominio de los contenidos, altos niveles de expectativas sobre el rendimiento de sus alumnos sea cual fuere su contexto, buen manejo de estrategias metodológicas (más que teorías) para conducir una clase, conocimiento personal que el docente tiene de sus alumnos y de sus circunstancias, capacidad de dar buenas instrucciones para aprender, trabajo colaborativo y en equipo de los docentes (Filp, Cardemil y Espínola, l985).
En el marco del proceso de reconstrucción del rol profesional, una de las tareas sustantivas a relizar es generar, desde la autonomía de la escuela, los espacios y tiempos necesarios para desarrollar las capacidades que le permitan observar la propia práctica: qué hacen, por qué lo hacen, qué resultados logran; reflexionar críticamente para encontrar las condiciones de modificarlas hacia formas más eficaces, democráticas y responsables. La profesionalización del docente implica operar con una nueva lógica, que basa los procesos de toma de decisiones respecto de qué se aprende, cómo se enseña y cómo se organiza, en los avances de los conocimientos científicos y técnicos.

2. Los equipos profesionales

La viabilidad de la gestión pedagógica de la escuela autónoma para que produzca ciudadanos modernos y competitivos, no será el resultado de la suma de aprendizajes de todas las materias del currículum. La capacidad de expresión, el fomento de la independencia crítica, el saber encontrar autónomamemte información, el estímulo a la tolerancia, el relacionar el conocimiento académico con la vida social y cotidiana exterior a la escuela, son aspectos transcurriculares que no son competencia exclusiva de ningún profesor. Deben formar parte de aspectos colectivamente pretendidos y estimulados con la oportuna coordinación metodológica en las diferentes aulas y a través de toda la escolaridad, lo que lleva a reclamar la importancia del funcionamiento integrado de la institución escolar, la existencia de un ethos pedagógico asumido, facilitado y defendido por todos (Gimeno, l992).
En la actualidad, como consecuencia de un estilo de gestión autoritario y verticalista, los docentes trabajan aislados y solitarios en el aula, les falta cultura técnica común, pocas veces trabajan en equipo, no formalizan ni suelen comunicar su experiencia a otros colegas y tienen el aula como espacio dominante de su actuación. Estas manifestaciones de individualismo son fruto de la regulación de las formas de trabajo poco favorables a la elaboración colectiva de un proyecto de trabajo. Son problemas pedagógicos de primera magnitud las desconexiones y conflictos que suponen para los alumnos todo tipo de transiciones entre materias, docentes, cursos, especialidades.
Por eso es que la coordinación debe afectar a los fines, a los procedimientos que se emplean, al clima psicosocial que se establece, a las pautas de evaluación, a las actividades cooperativas entre profesores, a sus relaciones con la comunidad. Para ello se necesita un liderazgo educativo que dinamice la vida de la escuela y un equipo de profesionales que ejercite los márgenes de autonomía tanto colectiva como individualmente. Por parte del director, es altamente deseable que desarrolle las capacidades necesarias para liderar el equipo, para coordinar, para resolver problemas, para producir comunicaciones claras, para el manejo de las relaciones interpersonales, para efectuar un seguimiento y una evaluación de la tarea. Por parte de los integrantes del equipo de profesionales, habrá que desarrollar la habilidad para el desempeño autónomo, para la escucha y el comportamiento solidario, para el compromiso con la función, para alcanzar los conocimientos técnicos destinados a la realización de las tareas solicitadas, para lograr la capacidad de resolver problemas y para la autoevaluación (Frigerio, l992).
Una experiencia valiosa en esta línea, realizada en algunos países iberoamericanos como una modalidad de capacitación, es la que constituyen los Talleres de Educadores, con una tarea central constituida por la investigacion, la producción de saberes instrumentales realizada sistemáticamente por profesores sobre problemas vinculados con su práctica docente, con la finalidad de transformarla sobre la base de nuevas comprensiones y alternativas de racionalidad y acción. Adopta la forma grupal de trabajo, como situación de aprendizaje de relaciones democráticas, con firme independencia de sus miembros y sentimientos de solidaridad. Favorecen un modo de aprender autónomo, convirtiendo las propias experiencias en ocasiones de aprendizaje y se plantean como un patrón de organización del trabajo en el interior de las escuelas y en una propuesta de comunidad de vida entre profesionales de la educación (Vera, l988).

3. El aporte de la creatividad en el rol profesional

La creatividad es un atributo muy mencionado en todas las escuelas, pero del cual falta aún mucho por averiguar. Cuatro componentes parecen centrales en la configuración de la creatividad:
- las capacidades creativas: la fluidez para producir gran cantidad de ideas apropiadas con rapidez y soltura, la jerarquía asociativa y la intuición entendida como capacidad para conseguir conclusiones sólidas a partir de evidencias mínimas,
- el estilo cognoscitivo (hábitos de procesamiento de la información): la detección de problemas, definida como la tendencia a centrar la atención en los problemas que deben ser acometidos, a considerar muchas alternativas y explorar antes de hacer una opción definitiva y la amplitud para cambiar de dirección; el juicio diferido, que implica penetrar y comprender primero, reservándose la valoración y el juicio para más adelante; y pensar en términos contrapuestos, mirando al mismo tiempo en dos sentidos contrarios,
- las actitudes creativas: la originalidad, que presupone una disposición hacia lo que no es común y rutinario; la valoración autónoma, que implica la independencia de las influencias sociales y de los valores convencionales; y el ejercicio de la crítica y el uso productivo de la crítica de otros, recuperándola y aplicándola, aunque ateniéndose a la propia opinión final,
- las estrategias: la analogía, entendida como la capacidad de ver semejanzas no vistas por otros; lluvia de ideas, llevando a cabo transformaciones imaginativas, simuladas; enumerar atributos, someter supuestos a análisis, buscar un nuevo punto de entrada (Nickerson, l987).
Desde esta perspectiva es evidente que la educación tradicional no está preparada para asumir el objetivo de desarrollar la creatividad. Gran parte de sus componentes son incompatibles con las prácticas escolares actuales.
El desarrollo del rol creativo e innovador depende de tres condiciones. En primer lugar, que los sistemas educativos asuman su responsabilidad de adecuarse a los rápidos cambios que acontecen en el mundo, estableciendo políticas y estrategias dinámicas para la articulación de las demandas y conformando equipos centrales con individuos capaces de crear e innovar. En segundo lugar, determinando lineamientos orientadores para la formación y el perfeccionamiento docente que estimulen el desarrollo de capacidades creativas en los docentes. En tercer lugar, desde la nueva propuesta de la gestión autónoma de las escuelas, propiciar proyectos de innovación que configuren un docente con gran poder de autocrítica, disposición a modificar y mejorar sus patrones de trabajo para adaptarse a las nuevas exigencias de una institución mejor articulada con su comunidad, flexible para interpretar situaciones y para diseñar con el grado de originalidad que ellas demandan, nuevos estilos de trabajo.

4. La autonomía profesional

El docente investigador en su aula, que toma decisiones, que resuelve problemas, que opta ante dilemas, el intelectual crítico y creativo con independencia de criterios, cobra existencia real cuando existen espacios autónomos para ejercer esas competencias, y es fantasía cuando persisten prácticas escolares básicamente controladas desde afuera. Es más, no todos los docentes sienten la autonomía como una necesidad; a veces ocurre que la dependencia a la burocracia que da todo decidido puede proporcionar situaciones muy cómodas, en especial con profesores y maestros de bajo nivel de formación y débil status profesional y económico (Gimeno, l992).
La autonomía de los docentes no es absoluta, su ejercicio profesional está determinado en gran medida por el marco institucional. No siempre seleccionan las condiciones en las que realizan su trabajo y esto los limita. Es por ello que la autonomía pedagógica y la gestión democrática pueden constituir el nuevo marco en el que los profesores experimenten mayor libertad y flexibilidad, donde tengan la vivencia de los espacios y las posibilidades que les brinda la autonomía y donde descubran que el desarrollo profesional, la responsabilidad y la reflexión intelectual crecen en aquello sobre lo que se decide y de lo que es preciso responder.

5. Una profesión abierta a las demandas sociales

La escuela autónoma y el proyecto que ella desarrolle debe ser receptivo de la cultura de su contexto y activo participante en la misma. Las sociedades cambian a un ritmo más rápido que la escuela y es cada vez más evidente el aislamiento de la cultura escolar, cerrada a la dinámica de la creación cultural externa y a los problemas cruciales de las sociedades y de los hombres. Esta desconexión entre la escuela y la sociedad explica la obsolescencia de muchos de los contenidos curriculares y la falta de aprovechamiento de recursos externos.

Las instituciones escolares tienen que plasmar en su organización, en sus prácticas pedagógicas y en su currículo su vocación de apertura y su capacidad de dar acogida a las múltiples expresiones y preocupaciones de la población, no para asumir más tareas de las que les corresponde hacer por función, capacidad y recursos, sino para adecuar sus proyectos educativos a los requerimientos de la comunidad, y para aprovechar, a su vez, los recursos educativos y económicos de la comunidad, concitando su apoyo y comprometiéndola con el proyecto educativo del establecimiento.